Un viaje de locos.
Mi anécdota
comenzó cuando con mi mamá, mi hermana y Peluso (el perro de mi hermana) queríamos
viajar a Tacna. Estábamos en San Pedro de Atacama y teníamos que tomar un bus
hacia Calama para luego irnos hacia Arica.
Compramos
los pasajes para Calama y hasta ese momento estaba todo bien. Tomamos el bus
que salía a las ocho pm de San Pedro y llegaría a Calama a las nueve y treinta
pm. Teníamos media hora para llegar a la agencia ya que el bus salía a las diez
pm rumbo a Arica. Cuando llegamos a Calama nos bajamos del bus y nos fuimos
hacia otra agencia que vendía boletos para Arica.
Cuando
encontramos la agencia, nos dijeron que no quedaban tickets, por lo que mi
mamá, mi hermana y yo entramos en pánico, ya que no teníamos donde quedarnos.
Calama tiene calles muy peligrosas, entonces decidimos volver a la primera
agencia donde habíamos llegado antes, para preguntar si ahí vendían los pasajes
que necesitábamos.
Al llegar
el bus estaba a punto de partir y a mi mama se le ocurrió hablar con el dueño
de la agencia para preguntarle si era cierto que no le quedaban pasajes, a lo
que el respondió que revisaría la planilla. Al volver nos dijo que tenía tres
disponibles y nosotras sin pensarlo dos veces, los compramos.
El
problema fue que los asientos que quedaban disponibles, estaban al lado del
baño, más en ese momento solo queríamos viajar y no le prestamos mucha
importancia.
Cuando
subimos al bus, olía muy mal, era nauseabundo y desagradable. Antes de que
partiera, alguien ya estaba usando el baño y al estar justo al lado de éste, el
olor nos llegaba de primera bocanada. Mi mamá llamó al auxiliar para que
hiciera algo, él empezó a limpiar el baño, pero el olor no se iba y muchas
personas reclamaban por lo mismo. Al encargado no le quedó otra opción que abrir la ventana del bus para que se
ventilara un poco. Una vez que el bus partió empezamos a sentir que el olor se
iba y una suave brisa comenzaba a refrescarnos. Lo malo fue que después de
tanto aire fresco, el transporte estaba congelado y moríamos de frio,
literalmente.
Después
de horas de viaja, finalmente llegamos hasta Arica. En el terminal preguntamos
dónde podíamos tomar transporte para Tacna y nos dijeron que quedaba cruzando
la calle; lo hicimos y llegamos.
El
chofer del vehículo que nos llevaba nos dijo que no podíamos ir con Peluso ya
que necesitaba un certificado del SAG para comprobar que el perro era chileno,
documento que no teníamos. Tuvimos que bajarnos del auto y pensar que hacer;
devolvernos para Calama o buscar o un hotel para perros. En ese momento teníamos
un montón de sentimientos encontrados y yo en lo personal estaba colapsando,
hasta que mi mamá llamó a mi tío para que se quedara con Peluso unos días. Mi
tío llego en treinta minutos, dijo que no nos preocupáramos y que lo pasáramos
bien; nosotras estábamos tristes por dejarlo, pero al fin íbamos a poder viajar
y conocer Tacna. Una vez que todo se arregló, partimos rumbo a nuestras
vacaciones.
Cuando llegamos
a Tacna, buscamos dónde hospedarnos y tomar una ducha para salir a conocer,
pero antes de eso nos sentamos en la cama y empezamos a reírnos de todo lo que
había sucedido. No cabe duda que fue el viaje más loco de toda mi vida.
Aprendimos
que siempre los pasajes se sacan con anticipación y que Peluso necesitaba certificado
para poder salir del país.
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